Se trata de un espectrógrafo infrarrojo, capaz de analizar la composición química de las estrellas, que viajan por la Via Láctea. Su construcción estuvo a cargo de científicos del Laboratorio de Instrumentación Astronómica, de la Universidad de Virginia, en Charlotte, apoyados por un amplio numero de especialistas de los Estados Unidos, además de un amplio grupo de siete universidades chilenas.
El aparato, bautizado como Apogee-2, es similar a otro instalado en el desierto de Arizona, igualmente construido por los ingenieros de la universidad de Virginia, dirigido por los científicos John Wilson y Steven Majewski. En poco tiempo estará instalado en el Cerro Las Campanas, en la zona desértica del norte de Chile, que se ha convertido para los científicos del mundo en la ideal para estudiar el universo.
En efecto, Chile es hoy en día el epicentro de las ultimas tecnologías orientadas al estudio de la astronomía y las ciencias relacionadas, dada su situación privilegiada donde la observación de los astros pueda darse con la mayor amplitud, cosa que no ocurre con los observatorios localizados en el hemisferio norte.
En lo profundo del desierto de Atacama, sobresalen conjuntos de antenas y telescopios, que resplandecen día y noche, como solitarios testigos de los hombres de ciencia que persiguen pacientemente galaxias, estrellas, agujeros negros, soles y exoplanetas, que configuran el universo infinito. Son famosos, entre otros, los complejos como el CTIO, el Gemini-Sur, gemelo de uno localizado en Hawai; el ALMA y el ESO operado por cientificos europeos.
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