Antes que reducirse, las manadas de caballos salvajes siguen creciendo, y deambulan por las desiertas llanuras del Oeste. El presupuesto federal para vigilarlos y atenderlos, supera los 50 millones de dolares, al año.
Su tasa de natalidad es alta y los expertos pocas alternativas encuentran para detener su reproducción. Se estima, según cifras del Centro de
Investigación Priceonomics, que pueden existir unos 67.000 ejemplares, de los cuales unos 45 mil están censados, y distribuidos en alrededor de 20 corrales, de donde entran y salen libremente.
Tampoco se pueden sacrificar, porque una norma federal de 1970, la Ley del Caballo y el Burro, los protege y los autoriza a pastar sin restricciones. En algunos casos, algunos de las potreros están en predios de prisiones aisladas en zonas distantes. Tal es el caso, del Centro de Reclusión del Norte de Nevada, donde comparten predios mas de 1.500 personas privadas de la libertad, y una cifra similar de caballos salvajes. La responsabilidad del cuidado de estos últimos recae sobre la Oficina de Administración de Tierras (BLM), del Departamento del Interior de Estados Unidos.
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