Cuando pequeña, vivía en una casa rural en la Isla de Wight, al sur de Inglaterra.
Uno de los pasatiempos, con un amigo vecino, era el de cavar en su patio trasero. Llegaron, con el tiempo, a tener un hueco de dos metros de profundidad y su primer hallazgo: una olla metálica, de la edad de hierro. Y vendría en la siguiente navidad un regalo muy apropiado a su afición: una pala.
En secundaria reforzó su interés por la búsqueda del pasado y luego dió el salto a la universidad para estudiar en firme su carrera de arqueología. Después de explorar diferentes lugares, sacó igualmente tiempo para su doctorado en la Universidad de Cambridge. Así narra, Jennifer Bates, su propia historia:
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