Después de observar el comportamiento de un buen número de grandes corporaciones, que después de inundar los mercados con productos que son un riesgo para salud, salen a pedir perdón y a pagar indemnizaciones, la regla de oro de los Estados debería ser, ante todo, la de exigir a los fabricantes que demuestren que lo que hacen, no es perjudicial para la salud pública.
Igual debería ser frente a prácticas que colocan en riesgo a las personas, como es el caso de los jugadores de fútbol americano. Esta millonaria industria, contrató médicos, para minimizar los riesgos de ese deporte hasta que un jugador estrella murió producto de los golpes y otros se suicidaron, como consecuencia de problemas mentales.
Así lo consigna, en su nuevo libro ” The Triumph of Doubt”, el profesor de Salud Ambiental y Ocupacional de la Universidad George Washington, David Michaels.
Revela como, la práctica de negar o poner en duda las evidencias científicas, le dio buenos resultados a la industria tabacalera, para dilatar las regulaciones contra el consumo de cigarrillos por largo tiempo; herramienta que ha sido fielmente copiada por otros sectores como la industria farmacéutica, la industria química, la industria de agroquimicos, la industria petrolera, y la misma organización que representa al fútbol americano, entre otros.
Que el cigarrillo no produce cáncer; que los opiodes no producen adicción; que los químicos (PFAS) no contaminan las aguas ni crean riesgo de cáncer testicular y renal; que la combustión de hidrocarburos no contamina el ambiente ni acelera el cambio climático; que los golpes acumulados en el fútbol no generan trastornos cerebrales.
Siembre la duda, pagando a científicos y grupos de relaciones públicas para desmentir o crear confusión entre funcionarios y legisladores, dilatando regulaciones, y alegando la supremacía de la libertad de empresa y del libre mercado. Esa estrategia de rompa las reglas y pida perdón después, le ha producido muchos millones a unos,-entre ellos médicos-, pero con un costo en bienestar y pérdida de vidas humanas incalculable, sostiene el profesor Michaels, quién fue por largos años alto funcionario de las Administraciones Clinton y Obama.
En su gestión, logró, entre otras realizaciones, el pago de indemnizaciones a trabajadores que enfermaron laborando (o viviendo cerca) en industrias, relacionadas con residuos nucleares, y la reglamentación de materiales peligrosos como el berilio, utilizado en diferentes campos.
Lo grave- señala- es que dicha estrategia, de sabotear el trabajo científico responsable- es ampliamente respaldada por un partido político, en los Estados Unidos, que ocupa en la actualidad posiciones claves, dice el epidemiólogo, que tiene título de PhD en Salud Pública, de Universidad de Columbia.
Ver mas: https://gwtoday.gwu.edu/q-how-corrupt-scientists-threaten-public-health
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