Antes, hasta hace poco tiempo, el mundo hablaba de Imperios. Su poder estaba en el dominio de grandes territorios.
Hoy se habla de Corporaciones y su poder se basa en el dominio de los mercados globales, en los que gastan su ingreso, más de 7 mil millones de consumidores.
Unas pocas manejan el petróleo y la energía; otras menos, las semillas, los agroquímicos y el comercio agrícola; otras, el suministro de productos farmacéuticos; algunas, el transporte marítimo y aéreo; otras el mercado financiero; unas poquísimas, la minas del planeta.
Los Imperios penetraban territorios extranjeros, respaldados por la fuerza de sus ejércitos. Las Corporaciones, no necesitan armas letales; contratan en cada país, a las mejores firmas de abogados y los mejores relacionistas públicos, especialmente exfuncionarios de gobierno.
Disimuladamente y con muy bajo perfil, actúan como locales. Sus empleados a contrato, están prestos a bloquear cualquier iniciativa legislativa, que pueda perjudicar su mercado, generalmente monopólico. Como representan marcas únicas y de más avanzadas tecnologías, pues su origen esta en los pocos países más desarrollados, casi siempre ganan las grandes licitaciones públicas, en pujas transparentes (que son la excepción) o mediante trampas y sobornos. También recurren a otras herramientas que les permiten asegurar su negocio, ya sea exhibiendo los perpetuos derechos de propiedad intelectual, o comprando o marchitando la posible competencia local.
Los ejemplos en esta materia abundan. Los Imperios destronaban al gobernador de turno y en ocasiones le perdonaban la vida; las Corporaciones ayudan a sostener (o en situación extrema a tumbar) los gobiernos de turno, muy a menudo, de manera indirecta; pues de ello depende su permanencia en el mercado.
A escala doméstica, las empresas locales utilizan las mismas herramientas, emulan a las extranjeras o se asocian con ellas.
Los funcionarios del servicio público, locales, ven los hechos, pero se paralizan, por complejo, y por completo, ante la prepotencia avasalladora de la Corporaciones; por interés particular, porque allí puede estar su futuro puesto bien remunerado; o simplemente por recibir un jugoso soborno, frente a lo que son sus precarias finanzas.
Frente a ese Tsunami incontenible de las Corporaciones, no hay ejecutivo, ni legislativo, ni poder judicial que valga.
Ellos, los tres poderes que supuestamente representan a toda una nación, no son propiamente el gobierno. El verdadero gobierno esta en los despachos privados, de grandes rascacielos, donde ejecutivos de 10,20, 30 millones de dólares en salarios, al año, realizan todas las hazañas (tienen espías en todo lado..roban secretos industriales si es necesario, etc. etc) para seguir tomando los pocos segmentos de mercados globales que quedan. Nadie los conoce: entran y salen por ascensores especiales; se mueven en aviones particulares ( los mismos que algunos funcionarios de alto rango, disfrutan de vez en cuando); y, más importante que todo, tienen más poder que aquellos que están sentados en los Palacios Presidenciales, llámense la Casa Blanca o el Palacio Rosado. Son, en otras palabras, los nuevos Imperios, sin Emperador visible.
***GDA***
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