La fuerza laboral activa en los Estados Unidos, se estima en la actualidad en 166 millones de personas; entre las cuales alrededor de 60 millones completaron la escuela secundaria, mientras que otros 20 millones, ni siquiera alcanzaron la educación media, según las estadísticas oficiales.
La cifra restante, ostenta títulos universitarios. Pero los niveles de escolaridad de la población en general, varía sustancialmente, según el Estado. Mientras que en Washington DC, el 65.9% posee al menos un título universitario, y en Colorado y Massachusetts, el promedio es del 47%, en Misisipi es del 25.5% y en West Virginia, de solo 19.9%, no obstante estar a unos pocos kilómetros de la capital de la nación. (Son precisamente los Estados con mayoría republicana, los que ostentan los más bajos niveles de escolaridad y el mayor atraso económico y social).
En tales condiciones, y frente al proceso de decadencia de la industria manufacturera y minera local, el traslado de compañías al otro lado de la frontera – México y Canadá- como es el caso de la industria automotriz-, adicionalmente al éxodo de empresas a China, Vietnam y otros países asiáticos, la fuerza laboral menos preparada sufrió los peores rigores. Un gran número de compañías estadounidenses prefirió pagar bajos salarios en el exterior, que remunerar adecuadamente a los trabajadores locales y aceptar los sindicatos. (De ahí que los 330 millones de habitantes de este país, dependan en forma considerable de las importaciones de artículos de consumo masivo – desde una olla hasta unos zapatos, desde un florero hasta un chip- y estén expuestos, como ha ocurrido, a los riesgos de interrupción de las cadenas de suministro).
Tal fenómeno, no obstante, pasa a veces desapercibido, en medio de las cifras generales promedio de la economía que muestran tasas de empleo casi óptimo (con una tasa de desempleo de apenas el 4.1% en la actualidad).
A pesar de anterior, las investigaciones de varias universidades e institutos especializados, señalan que la población inmigrante apenas compite o pone en riesgo de desplazamiento, a algunos segmentos de la fuerza laboral general, en empleos de baja calificación, en sectores tales como la construcción, restaurantes, hotelería y servicios de limpieza, en los cuales los inmigrantes aceptan salarios más bajos que el personal local.
Pero también se advierte que los inmigrantes latinos (que representan el 18% del total de la fuerza laboral) suelen complementar, antes que reemplazar, ( la teoría del reemplazo: que los inmigrantes están reemplazando a la clase blanca), a los trabajadores locales en empleos que requieren habilidades especializadas. (Los asiáticos representan un 6.6 % de la fuerza laboral, y los afroamericanos entre un 12-13%)
Al final, y producto del ejercicio de la política partidista, una buena proporción de la población que tradicionalmente ha vivido en las regiones más pobres, es más propensa a aceptar que su condición es consecuencia de la ola de inmigrantes, y no de su precaria formación profesional para atender las oportunidades que brinda la economía moderna, marcada por la adopción de tecnologías avanzadas y mercados más especializados.
En ese sentido, el temor a perder lo poco que tienen, los hace confiar en propuestas atractivas, como la de que la nación va a regresar a su época de apogeo industrial, que beneficióo a la generación que siguió a la segunda guerra mundial y toda su maquinaria.
Fuentes: Oficina de Estadísticas Laborales (BLS)/ Investigacioón E-duque.net con el apoyo de OpenAI- ChatGPT
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