La Universidad de Stanford, que es prácticamente una pequeña ciudad, se ha convertido en un laboratorio viviente, en donde se demuestra que es posible ahorrar energía y al mismo tiempo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Una de sus claves fue la de haber sustituido el gas, por electricidad, para alimentar sus sistemas de aire acondicionado y calefacción, con el soporte de tanques de almacenamiento térmico. De esa manera no solo han logrado reducir en un 68 por ciento las emisiones de CO2, sino que estan ahorrando millones de dólares en la factura de energía, desde que implantaron un modelo de innovación energética.
Se trata de un modelo replicable en cualquier complejo de sus características o en cualquier municipio, según la evaluación hecha por la profesora de Ingeniería de Recursos Energéticos, Sally Benson, el profesor Peter Glynn y el estudiante recien egresado, Jacques de Chalendar, quién en la actualidad colabora con otras universidades interesadas en el modelo.
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