Lo que un catador pueda calificar como un vino seco, -por su grado de alcohol y su sabor menos dulce- es una versión del asunto; otra cosa es, lo que dice la etiqueta y, principalmente, la propia percepción de quién lo consume.
En tales circunstancias, hay un factor que poco se tiene en cuenta para dicha apreciación, y es el de la cantidad y calidad de la saliva, de quién finalmente consume una determinada copa de vino.
Esa puede ser una de las deducciones del trabajo realizado por la experta enóloga francesa, Aude Watrelot, profesora de la Universidad Estatal de Iowa, quién se puso en la tarea de comprobar en el laboratorio las características que típicamente se le atribuyen a un vino “seco”.
Descubrió por ejemplo que hay una marcada diferencia entre lo que percibe el paladar del catador y lo que arrojan las pruebas de sabores y aromas, en el laboratorio.
Tu Opinión es importante