Un niño puede necesitar probar hasta 10 y 15 veces un alimento, antes de decidir si le gusta o lo rechaza.
Esta actitud tiene, en buena parte, una explicación por sus antecedentes hereditarios, según lo explica la profesora de Sicología de la Universidad de Tecnología y Ciencias de Noruega, Silje Steinsbekk.
Ella le ha dedicado un buen tiempo a seguir los hábitos de aquellos consumidores quisquillosos y recomienda que los padres deben entender a los pequeños cuando escupen la comida.
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